El enfoque comunicativo en pedagogía: Paul Willis

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Paul Willis

¿Mercancías culturales y educación?

Esa es la pregunta que se nos hace como propuesta en el foro de la materia.
Primero que nada, considero importante explicar este término de “mercancía cultural”, porque por más que leí la bibliografía de la materia, francamente no lo entendí del todo, y tuve que recurrir a las salvadoras fuentes suplementarias. Así que, comencemos por resolver una de mis incógnitas:

¿Qué es la mercancía cultural?

Basándose en Marx y su famoso Capital, Willis define a la mercancía como una de las categorías básicas existentes dentro del capitalismo. La mercancía es el producto del trabajo, un objeto de venta, carente de significado social per sé, siendo solo poseedor del que define su futuro uso y negando sus posibles relaciones con otras mercancías aunque hayan intervenido en su proceso de producción. Además, es con la venta de la mercancía con la que se adquiere más capital para producir más mercancía (Willis, 1994, págs. 173-174). Como aparece en el siguiente esquema:
(Willis, 1994, pág. 174)
O también: 

(Willis, 1994, pág. 176)
Ahora bien, cuando hablamos de mercancía cultural, esta presenta características que la diferencian de cualquier otro tipo de mercancía:
  • Primero que nada, esta debe estar terminada antes de venderse. Una mercancía en general ya está vendida incluso antes de que se produzca (Willis, 1994, pág. 177).
  • Son mercancías con significado cuyo sentido y comunicación deben ser expresados a través de algún tipo de código compartido (Willis, 1994, pág. 178), lo que quiere decir que tiene un propósito más amplio que el de servir a fines utilitarios. Además, su significado debe ser social, es decir, que todos los consumidores de dicha mercancía sean capaces de comprenderlo porque poseen el “código” del susodicho significado. Llevándolo al contexto escolar, el código puede ser el capital cultural, que permite entender las mercancías culturales escolares (léase contenido curricular).

Así como al hablar de mercancías (así, en seco) podemos referirnos a sus modos de producción particulares (artesano y fabricación en serie), la mercancía cultural también posee sus medios de producción (Miège, 2009, pág. 8):
  • No capitalista. El trabajo del artista o del escritor [1] […] reviste un carácter improductivo [2].
  • Capitalista. El trabajo cultural es […] creador de plusvalía. El producto terminado toma la forma de un bien material reproductible […], pero puede igualmente estar constituido por un soporte reproductible que integra el trabajo de un artista.
  • Integración de productos culturales. Bajo la forma de actuaciones inmateriales […]. El trabajo cultural es aquí indirectamente productivo.
Para clasificar todos los tipos existentes de mercancía cultural, Miège propone tres categorías [3]:

  1. Productos reproductibles sin intervención de trabajadores culturales en la producción [4]. Pertenecen a este tipo todos los aparatos grabadores y lectores de imágenes y/o sonido, los materiales de foto-cine, los instrumentos de música, los equipos Hi-Fi [y HD, además de los medios grabables en estado virgen].
  2.  Productos reproductibles con la intervención de trabajadores culturales en la producción. Los productos que entran en esta categoría constituyen el centro de los trabajos de investigación que versan sobre la mercancía cultural […]. El libro, y sobre todo el disco […] son los ejemplos más representativos.
  3. Productos semirreproductibles. La reproductibilidad limitada es una característica del valor de uso del producto, se presenta bajo una forma material e inmaterial. La artesanía artística […], espectáculos, los documentos audiovisuales de formación o de información […] y los grabados participan […] en esta categoría.

¿Qué tienen que ver las mercancías culturales con la educación?

En primer lugar, y tomando como base la clasificación de Miège, la escuela está repleta de mercancía cultural: libros, audiovisuales, algunos tipos de material didáctico como las películas documentales. Los alumnos también realizan mercancías culturales en forma de producciones escolares (libros artesanales, puestas en escena, espectáculos de música y danza), pero además los consumen fuera de la escuela ya sea como un medio de identificarse entre grupos y subculturas o como oposición al sistema escolar, como en el caso de los “colegas” de estudio de Willis.
Un pequeño muestrario de tribus urbanas en México, que hice para una tarea de Orientación
Ya para acabar, les dejo otro artículo, en donde se ejemplifica lo que vimos anteriormente con Giroux, más el plus de las mercancías culturales y el cómo han afectado las perspectivas (y hasta la mente) de la  ya muy golpeada Generación X… vaya con la crisis económica, que feo.
La generación perdida de Japón
Mónica Uribe
En los ochenta, Japón tenía una economía envidiable y llevaba la vanguardia en tecnología. La fórmula era mucho trabajo por parte de sus ciudadanos y un fuerte proteccionismo de las empresas.

El panorama para los jóvenes era claro: graduarse con las mejores notas y obtener trabajo en una empresa importante, trabajar más de 12 horas diarias y tener empleo de por vida y su futuro asegurado, para poder pagar un modesto apartamento y tener una familia, y finalmente gozar de un tranquilo y bien financiado retiro. Para un salaryman [1] (un empleado de empresa), la situación era similar: tenía un empleo bien pagado, que le demandaba mucho tiempo, como resultado casi no veía a su familia, pero podía gastar en casi cualquier cosa, desde renovar cada mes sus electrodomésticos, hasta gastar fuertes sumas de dinero en entretenimiento para adultos. Los hijos de los salarymen gozaban de la libertad ocasionada por la casi total ausencia de los padres y enormes cantidades de dinero para sus gastos.

Sin embargo, por una serie da causas financieras, para finales de los ochenta Japón entró en una recesión tremenda;[2]a nivel local, las empresas vieron disminuir sus ingresos y algunas tuvieron fuertes pérdidas, mismas que las llevaron a hacer fuertes recortes de personal y, en algunos casos, cerrar fabricas enteras, dejando a mucha gente sin nada. Estos salarymen y sus hijos, acostumbrados a gastar mucho dinero, se vieron, de pronto, en una crisis, peor aún, las empresas dejaron de hacer nuevas contrataciones… por años.

La generación perdida
Todos aquellos jóvenes que se graduaron después de los noventa se encontraron con un panorama desolador, llamado “la era de hielo de las contrataciones”. Tras toda su vida de esforzarse en sus estudios para obtener un buen trabajo, se encontraron con que nadie los contrataba de tiempo completo y que la única manera de medio salir adelante era tomar un empleo de medio tiempo, a veces temporal y decirle adiós a la idea de ser independientes: seguirían viviendo en las casas de sus padres. Todo esto en una sociedad que censura severamente el que sus jóvenes no tengan empleos de tiempo completo ni que se integren a una empresa.

Esta situación duró una década completa, lo cual ha dejado a profesionistas de 20 a 30 años apenas sobreviviendo. Para el 2000, la situación se normalizaría un poco y la economía presentaría nuevamente crecimiento, por lo que las compañías han vuelto a contratar a los jóvenes recién graduados de las universidades. Las empresas explican sus políticas alegando que los trabajadores temporales no tienen las habilidades suficientes (un sueldo de medio tiempo no  les da oportunidad de tomar cursos y mantenerse actualizados), y que al ser eventuales o de medio tiempo no le tienen lealtad a la empresa… lo cual desde donde quiera que se le vea es una situación injusta, de la cual no tienen la culpa los trabajadores que son víctimas de ella.

Estos jóvenes se la pasan en empleos temporales, buscando constantemente para no quedarse sin trabajar, contratados por compañías que proveen de trabajadores temporales a las empresas y que les pagan sueldos bajos y proveen seguridades sociales mínimas [3], son una fuerza de trabajo que no pide mucho (porque no le van a dar mucho), y que hace cualquier cosa. Esta situación ha tenido consecuencias sociales severas, una de las más importantes es un descenso drástico en la tasa de nacimientos, ya que al tener un panorama tan inseguro, los de la generación perdida no se casan ni se embarazan, o como dice una de ellos “no hay paga por maternidad ni empleo al cual volver”.

Además, los integrantes de esta generación están sufriendo psicológicamente: la depresión está a la orden del día (imagínense lo que es para un graduado universitario tener que trabajar temporalmente lavando baños), y el estrés de no tener un empleo ni un futuro seguro son problemas con los que viven día a día. Son todavía más preocupantes los casos de los que no tienen habitación, ya que deben vivir en parques o café manga al no poder pagar ni el más ínfimo departamento.

A futuro, la situación se ve aún peor, este sector vive al día y no puede tener ahorros ni planes de retiro, algo que los obligará a depender de los planes de bienestar social, costándole a los contribuyentes 67 billones de yenes al año, sin considerar, desde luego, los gastos a nivel salud que por sus condiciones de vida causaran en el futuro.

El gobierno trata de incrementar los planes de ayuda a esta generación, incluso ofreciendo incentivos económicos a las empresas que contratan trabajadores de 24 a 34 años, pero lo que se puede hacer apenas llega a ayudar al uno o dos por ciento. Algunas compañías, como Toyota, tratan de contratar aún más gente, pero por cada una de ellas hay 10 que no lo hacen, como es el caso de la compañía Canon, la cual se encuentra demandada por uno de estos trabajadores, que los acusa de no observar las leyes; aislamiento y alienación, además de la etiqueta de “empleado desleal” es lo que, hasta el momento, este empleado ha logrado.

Una bomba de tiempo
Pero si la situación de gasto social y de salud tiene un panorama muy oscuro, los efectos en los integrantes de la generación perdida son aterradores: muchos se vuelven virtualmente personas sin hogar (y sin capacidad de solicitar ayuda gubernamental) o hikikomori[4]; es decir, personas que se aíslan de la sociedad en casa de sus padres. Sin embargo, hay casos peores.

El caso del asesino de Akihabara
El domingo 8 de junio, alrededor de las 12:30 horas tiempo local, un camión de dos toneladas arremetió contra un grupo de transeúntes en Akihabara, especialmente en medio del Chuodori, calle principal del barrio. Algunas fuentes afirman que su ocupante abandonó su vehículo y apuñaló a 18 transeúntes, pero causó la muerte de al menos siete persones, seis hombres y una mujer, e hiriendo a otras más. Minutos más tarde, Tomohiro Kato fue arrestado y sometido por la policía, después de amenazarlo con dispararle, no sin antes aclarar que estaba cansado de vivir.

La investigación revelaría que Kato, horas antes del ataque, posteó un mensaje por medio de su celular en un sitio de Internet con mensajes extremos: “Mataré gente en Akihabara. Embestiré a la gente con un vehículo y cuando acabe, los apuñalare. Adiós a todos”. Otros mensajes mostraban que se acercaba la hora: “ya casi es hora”, “es un día para peatones, ¿no es así?”. Y es que debemos tomar en cuenta que el domingo, el popular distrito cierra sus calles a la circulación de vehículos, que se encontraba atestado por miles de japoneses y turistas extranjeros atraídos por las tiendas de electrónica y los videojuegos.

Otros mensajes hablan de cómo se sentía: “si tuviera novia no habría tenido que dejar mi empleo”, “no me hubiera vuelto tan adicto a mi celular…”, “alguien con esperanza no puede entender como me siento”. Mensajes del día anterior mostraban que simpatizaba con los asesinos indiscriminados y los anteriores revelaban un deseo de Kato por tener amigos. En los más recientes se quejaba de que nadie visitaba sus posts y en los anteriores revelaba su deseo por tener amigos y pidió ayuda al sitio de Internet, en un mensaje titulado “no puedo hacer amigos”.

Recibió la respuesta de mucha gente, aunque semanas después puso un mensaje que decía “nada bueno le pasara a quien sea mi amigo”, tras lo cual el número de visitas a sus posts disminuyo hasta que sus mensajes más recientes, en los que comentaba lo que hacía día a día, no eran contestados por nadie.

El sitio de Internet, por el momento, está cerrado para ser investigado. La investigación de la policía y el interrogatorio mostraría que el día anterior vendió su computadora para comprar los cuchillos y alquilar el camión, lo que nos indica que Kato sabía que se encontraba en un camino sin regreso.

Como dato extra, el sitio de Internet mencionado, Kyukai, es considerado extremo, es usado por gente que tiene inclinaciones a cometer crímenes, al suicidio, etcétera, y es usado por muchas personas tanto para ventilar lo que sienten como para hacer alarde de sus hazañas.

¿Qué llevó a Tomohiro Kato a una resolución de esa magnitud? Según lo que se sabe de su vida, era un excelente estudiante y campeón de tenis en la preparatoria. Al terminar su estudios, no pudo encontrar trabajo y se volvió alguien antisocial, el portal de noticias Yahoo ha difundido que Kato era aficionado a los mangas y a los videojuegos, hasta que el año pasado se empleó en una agencia que lo asignó a la compañía Kando Auto Works. Su trabajo era inspeccionar el trabajo de pintura en los autos, recibiendo 1300 yenes por hora. Era serio y concienzudo en su trabajo y estaba clasificado como “por encima del promedio” y era para los estándares, un veterano en su trabajo con más de un año.

El 2 de junio, la compañía Kando anuncio que iba a dejar de usar los servicios de 150 trabajadores eventuales. Kato había tomado la noticia con filosofía y planeaba volver a su lugar de origen; sin embargo se encontró con su jefe de la agencia, quien le dijo que su contrato seria renovado.

El 5 de junio, un incidente en su trabajo, el que no hallara su uniforma, lo hizo explotar, comenzó a vociferar y a acusar a la compañía de burlarse de él. Salió furioso de su lugar de trabajo y ya no volvería. Después postearía en el sitio de Internet: “me dijeron que regresara porque no tenían gente, no porque me necesitaran. ¡Solo porque no había gente!… ¿Quién regresaría a trabajar en esas circunstancias?”. Otras fuentes señalan que su patrón declaró que “tenía una muy buena actitud en el trabajo y no daba problemas”.

De acuerdo con el portal de noticias Yahoo, a la mañana del lunes siguiente, la lluvia había borrado los rastros de sangre en las calles de Akihabara, mientras los asiduos del lugar dejaban flores en un altar improvisado sobre una mesa en un cruce de calles. Siguiendo la costumbre japonesa, se fueron acumulando caramelos, bebidas e imágenes de mangas y anime en memoria de los desaparecidos. Un joven de 14 años, Ukyo Murakami, dejo un poco de café porque “pienso que algunas de las victimas necesitaran un café esta mañana”[5].

De acuerdo con otras fuentes de información, los ataques con puñaladas se han vuelto frecuentes en Japón, al mismo tiempo que aumentan los delitos violentos. En el 2001, un hombre con problemas mentales irrumpió en una escuela primaria y mato a ocho niños. En el 2004, fue ejecutado.

La tragedia de Akihabara y de Kato, no es más que una explosión aislada en el campo minado que es la generación perdida. Es una llamada de auxilio que solo el tiempo dirá si se solucionara, por el momento, este incidente ha puesto una alerta sobre la generación perdida: ¿son los empleados eventuales bombas de tiempo?

Trabajos citados

Miège, B. (enero de 2009). La mercancía cultural: algunas características de su creciente desarrollo. (Ó. Lucien, Trad.) Recuperado el 18 de marzo de 2017, de Biblioteca. detuatu3puntos: https://detuatu3puntos.files.wordpress.com/2009/01/miege_mercantilizacion-de-la-cultura.pdf
Uribe, M. (septiembre de 2008). La generación perdida de Japón. Conexión Manga(182), 57-59.
Willis, P. (1994). La metamorfósis de mercancias culturales. En J. Palacios, Nuevas perspectivas críticas en educación (págs. 167-205). Barcelona: Paidós.

Ahora, para su reflexión, lectores. ¿Es esto una expresión de simple violencia, o hay algo más involucrado en el fondo? ¿Podríamos compararlo con la válvula de escape de la Generación X mexicana, representada por la huelga de la UNAM en el 2000, por poner un ejemplo relacionado con nuestro páis? ¿O ustedes que dicen?



Notas del trabajo


[1] Estos son la representación de la clase obrera dentro del campo intelectual. Al fin y al cabo, la cultura es el trabajo de los intelectuales.
[2] Probablemente de ahí viene la expresión “por amor al arte”.
[3] Willis no es muy claro en este punto. Por eso cito este artículo de Bernard Miège.
[4] Se les llama reproductibles porque pueden ser reproducidos según las necesidades del mercado cultural. Se acercan mucho a la definición de mercancía en general en cuanto a función y significado.

Notas para el artículo

[1] Aquí en México los conocemos bajo el nombre de Godínez. Pueden consultar más sobre el término en la nota de Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/God%C3%ADnez_(subcultura_mexicana) (nota mía).
[2] Después de releer el artículo, caí en la cuenta de que Japón no fue el único afectado. La recesión económica en esa época fue una afectación mundial. Al periodo se le conoce como la “década perdida” (nota mía).
[3] ¿les parece conocido, verdad? Pues sí, la autora está hablando ni más ni menos que del famoso outsourcing (nota mía).
[4] Hikikomori significa “aislamiento” en japonés. Para ver unas cuantas características de este grupo de personas, ver “¿Qué significa hikikomori?”, en Muy Interesante España. Disponible en: http://www.muyinteresante.es/curiosidades/preguntas-respuestas/ique-significa-hikikomori (consultado: 26 de octubre de 2016)
[5] La tradición japonesa respecto a la muerte se asemeja un poco a la de nuestro Día de Muertos. Los difuntos consumen alimentos y bebidas, y permanecen determinado tiempo en el lugar donde fallecieron. La verdad desconozco cuanto (nota mía)

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